CINEMA PARADISO (Nuovo Cinema Paradiso, Giuseppe Tornatore, 1988) - ME LLAMAN MULO

miércoles, 19 de septiembre de 2012

CINEMA PARADISO (Nuovo Cinema Paradiso, Giuseppe Tornatore, 1988)

No todo en este blog va a ser cine de sudor y cerveza o reseñas de cine de género, también hay espacio para películas más intimistas. Rebuscando ayer en mi dvdteca, buscando algo diferente que reseñar, encontré esta película que me maravilló años ha y pensé que sería perfecta para desintoxicarme un poco de tanto terror, gore y cine acción, (géneros de cabecera para cualquier varón heterosexual que se precie). Ya va siendo hora -pensé- de demostrar que los hombres de verdad también tenemos nuestro corazoncito y podemos soltar lagrimitas de vez en cuando.

Por ello me dispuse a revisitarla de nuevo, después de bastantes años sin haberla visto. He de reconocer que me entró el típico miedo que embarga cuando tienes idealizada una película que hace mucho tiempo que no ves. Temes que los buenos recuerdos que tienes de ella desaparezcan con un nuevo visionado, ahora que eres más mayor y, por tanto, más cínico. No tienes tiempo para mierdas ñoñas recordando tiempos pasados que siempre figuran como mejores.



Afortunadamente la sensación desapareció a los pocos minutos de empezar a ver la película. Cinema Paradiso no sólo es una de las mejores películas de la historia del cine, sino el más bello canto de amor hacia éste que jamás se haya filmado.

La historia comienza en la década de los 80, Salvatore di Vita (Jaques Perrin) es un afamado director cinematográfico que al volver a casa una noche recibe una noticia de su novia. Han llamado del pueblo donde nació y creció para comunicarle que Alfredo (Phillipe Noiret) ha muerto. La noticia provoca una gran pesadumbre en Salvatore y, cuando su novia le pregunta quién es ese Alfredo, éste se sumirá en una serie de recuerdos de su infancia.

La estructura de la película se basa prácticamente en su totalidad en una serie de flashbacks donde Salvatore recuerda los momentos buenos y malos que pasó en Giancaldo (el pueblo donde nació) desde la década de 1940. Así Salvatore (conocido de niño con el apodo de Totó), resulta ser en su infancia un travieso muchacho que pronto descubre su pasión por las películas, llendo siempre que le es posible al cine del pueblo, el Cinema Paradiso, donde, gracias a su obcecación acaba entramando amistad con el huraño proyeccionista Alfredo, interpretado magistralmente por Phillipe Noiret, el cual recibió varios premios gracias a ella.


Al principio Alfredo no quiere saber nada del niño, pero poco a poco Totó acaba ganándose el corazón de éste, permitiéndole estar cada vez más tiempo en la cabina de proyección y enseñándole el oficio. Poco a poco se forma una relación paternal entre ambos, ya que Totó es huérfano de padre y Alfredo nunca ha tenido hijos.

Sin embargo un día se incendia el cine, debido a que en esa época las películas estaban hechas de un material bastante inflamable. Alfredo recibe una llamarada y se golpea la cabeza, quedando incosciente. Totó desesperado consigue arrastrar a su amigo fuera del cine y ponerlo a salvo, sin embarlo la llamarada ha dejado ciego a Alfredo, por lo que el dueño del cine acaba contratando a Totó como proyeccionista ya que ha aprendido el oficio a la perfección gracias a su "padre adoptivo".

Poco después la película salta una década, mostrándonos a un Toto adolescente y enamoradizo, empeñado en conquistar a una bella joven, Elena, para ello contará con la ayuda de Alfredo, pero, si bién al principio logra conquistar su corazón, la desaprovación del padre de ésta sobre la relación de ambos, hace que se marchen del pueblo cuando Totó está realizando el servicio militar, no dejando ninguna nota sobre donde se han mudado, provocando que Totó no vuelva a verla jamás. Alfredo al ver como sufre Totó, le insta a que se marche del pueblo para siempre y que nunca vuelva: "Esta tierra está maldita, no quiero oirte hablar más, quiero oir hablar de ti, si vuelves no querré verte, no te abriré las puertas de mi casa, ¿me has entendido Totó?. Salvatore se marcha del pueblo, y no regresa salvo para asistir al entierro de Alfredo.


La primera mitad de la película, donde se muestra la infancia de Totó al lado de Alfredo en la cabina del Cine Paraiso es la mejor, gracias sobre todo a Salvatore Cascio, el cual interpreta a Totó de niño. A través de sus ojos asistimos a la vida sencilla de las personas del pueblo, con todas las características del lugar y la época en la que ocurren los acontecimientos, que no se antojan muy diferentes de lo que debió ser aqui.

En estos minutos de metraje asistimos a impagables escenas, como la progresiva amistad que nace entre Totó y Alfredo, pese a la reticencia inicial de éste último o a las sesiones privadas al párroco del pueblo, quien, por medio de una campanilla hace que Alfredo tome nota de todas las escenas consideradas por el como indecentes, (es decir, cualquiera que mostrase una secuencia de besos entre un hombre y una mujer o una mínima porción de piel femenina expuesta). El cual va marcando en el proyector para posteriormente cortar dichas secuencias, lo que da lugar a una cómica escena cuando los habitantes del pueblo ven la película con los cortes, lo que provoca abucheos continuos de los espectadores). Es en esta primera parte donde la película arrebata al espectador, por lo que, cuando posteriormente asistimos al metraje de la adolescencia no nos importa que sea ligeramente mas tedioso, nos hemos abandonado completamente a la historia escrita por Salvatore.





La segunda parte de la película narra el enamoramiento de Totó y la joven Elena y si bién también resulta emocionante, no lo es tanto como lo visto anteriormente. Finalmente Totó asiste al entierro de Alfredo, encontrándose con su mujer, la cual le da una lata con un rollo de celuloide. De regreso a Roma, Totó hace que le pasen la cinta, descubriendo que es un montaje echo por Alfredo con todas las escenas que tuvo que censurar previamente. Toto llora emocionado recordando a su amigo y su vida mas sencilla que no volverá.

Es curioso, releyendo lo escrito me he fijado que prácticamente me he limitado a contar el argumento de principio a fin, sin apenas dar opiniones sobre la película en cuestión, el motivo es muy sencillo, no hay palabras para describir las sensaciones que consiguen transmitir los actores guiados con mano experta por Salvatore y con el perfecto acompañamiento de la banda sonora de Ennio Morricone coronando como una perfecta guinda este magnífico pastel. Es una película que llega al corazón y que cualquier descripción analítica no la puede hacer la más mínima justicia, por lo que mi consejo es que dejéis de leer esto y os pongáis inmediatamente a verla, no lo lamentaréis....

...además si la véis con la churri teneis clavete asegurado.


PUNTUACIÓN EN EL MULÓMETRO: 9.5



 

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