ADIOS MUCHACHOS (Louis Malle, 1987) - ME LLAMAN MULO

martes, 16 de octubre de 2012

ADIOS MUCHACHOS (Louis Malle, 1987)



Sé que esta entrada es atípica dentro de los bodrios  que estamos acostumbrados a comentar en este blog y que tanto nos gustan, pero uno, que también tiene su corazoncito, no puede dejar escapar la oportunidad de comentar una película de calada importancia en mi infancia aún a riesgo de entrar en la pose y el culturetismo barato que siempre critico. Dios me libre de ello, pero cada uno que piense lo que quiera y al que no le guste, que se vaya a zurrar mierdas con un látigo.
Adios muchachos es una de esas películas que pasó ligeramente desapercibida en este pais (tuvo una acogida decente en taquilla aunque la crítica literalmente se miccionó cuando se proyectó en el festival de cine de San Sebastián)  y que yo tuve el placer de ver en su pase por televisión un par de años después, cuando uno podía escoger la mejor forma de aburrirse entre la primera cadena de TV y telemadrid. Con 11 años como tenía yo por aquel entonces,  mis expectativas ante este film costumbrista, de marcado toque realista, y lo que es peor, francés, me atraía tanto como un helado con sabor a heces de mono, pero ante la amenaza por parte de mi padre de sufrir una llave de judo o cualquier otro castigo de tipo físico si abandonaba el salón, decidi darle una oportunidad a la película y ya de paso, salvar la vida. 



Louis Malle, que años después se haría más conocido a nivel mundial por desposarse con la actriz de televisión Candice Bergen (hay que fastidiarse cómo rige el mundo), llevaba ya una dilatada carrera en el mundo del cine, con títulos que van desde un documental con Jacques Custeau hasta su primer largo, Ascensor para el cadalso, que también recomendamos encarecidamente a todos aquellos que no tengan una trucha por corazón y quieran descansar un poco de tanto Jersey Shore. 
Pero centrémonos en el título que nos ocupa hoy. Adios muchachos, que así de primeras tiene un título de marcado talante homosexual, nos sitúa en un internado católico de Fontainebleau durante la ocupación nazi, y nos lleva de la mano a través de las experiencias que sufren dos jóvenes alumnos, uno de los cuales es un judío al que los regentes del centro tratan de ocultar de los secuaces de Adolfo por aquello de que en aquella época no estaban muy bien vistos.
Los protagonistas de la cinta son Julien Quentin (Gerard Manesse), un niño de 12 años católico, y Jean Bonnet/Jean Kippeinstein (Raphael Fejtö), hijo de padres judíos, separado de la familia y oculto en el internado. El primero es el alter ego de Malle y representa al realizador durante su estancia real en el internado en aquella época, si bien el segundo es un personaje pseudo-inventado por el director para reflejar su sentimiento de culpabilidad hacia todo el movimiento antisemita que rodeó aquel episodio de la historia. 
¿qué tiene de especial una película con esta premisa tan sencilla? esa es la pregunta que me hice yo en su momento, y de hecho partiendo de lo que acabo de exponer sería más probable que este film recibiera más los azotes de mi ira que los halagos de mi admiración, pero es que realmente es UNA buena película. El retrato que hace de la época cuidando todos los detalles (la fotografía, la ubicación, los decorados y los aspectos de la vida diaria del internado) y sobre todo el aroma realista que rezuma toda la cinta y que consigue impregnar todo con un tamiz de sensibilidad (que no de sensiblería) que ya quisiera alguno que otro cuyo nombre no voy a mencionar ahora, la hacen perfecta como el sabor de un phoskitos. A pesar de ubicarnos en el escenario de la segunda guerra mundial no se emiten juicios ni condenas (aprendan señores directores españoles cuando hagan una película de la guerra civil!) y simplemente se limita a retratar hechos y a centrarse en las emociones de los alumnos del internado y en los matices de sus relaciones con el profesorado y con todo lo que sucede alrededor. 


Aunque las comparaciones son odiosas, para mí tiene el encanto de las películas biográficas como la ya comentada Cinema Paradiso, que saben combinar el humor con los momentos duros y la crudeza de la realidad, consiguiendo que te identifiques con los personajes y que termines de ver la película sin que puedas decir que hay un fotograma que sobra en absoluto..Desafío a cualquiera de los 3 o 4  que lean este post a que vean la escena final de esta película (una de las mejores de la historia para un servidor) sin pestañear y tengan el valor de negar su potencia emocional y el increíble tacto con el que está rodada.

Compañero de generación de los realizadores de la Nouvelle Vague, Louis Malle  era consciente de que con este filme (que no fue el último pero si el más trascendente de su carrera) iba a rubricar un legado que sigue de total actualidad. Adiós, muchachos obtuvo el León de Oro en el Festival de Venecia y 7 premios César, y fue candidata a Mejor película de habla no inglesa en los Oscar, pero ese año el premio recayó en la danesa El festín de Babette (Gabriel Axel, 1987).
Louis Malle murió de un linfoma en 1995 en Los Ángeles, después de dirigir 3 filmes más (uno de ellos Vania en la calle 42, también muy recomendable).

puntuación en el mulómetro:  9

No hay comentarios:

Publicar un comentario