Como se puede suponer dado mi diatriba anterior, mis ánimos no precisamente los más idóneos para ver esta película, al menos desde una perspectiva objetiva, por lo que reconozco que mi intención era ponerla a caldo de una manera inmisericorde, sorprendentemente Arrebato nó solo no me ha parecido tan execrable como me suponía, sino que me ha gustado bastante, a pesar de los contínuos intentos del director y del reparto por corroborar mis juicios previos...
Arrebato son dos películas en una, una de las películas, la que me ha resultado fascinante, es una reflexión en clave levemente fantástica, de los sinsabores que rodean un oficio cuando este es pasión, pasión que se torna enfermiza y que llega a fagocitar al creador, el cual no le queda ninguna otra opción que ser devorado por ella. Esta parte resulta cautivadora por lo extraño de las imágenes mostradas, convirtiendo el evidente escaso presupuesto de la película en una virtud, aprovechando lo limitado de sus recursos de forma magistral para componer una especie de embrión primigénio de lo que fué el boom de las películas de fantasmas japonesas estilo The Ring (Ringu, Hideo Nakata, 1998), creando un ambiente de desasosiego e inquietud sin necesidad de darle ninguna explicación sobrenatural al asunto (que no fantástica, ya que si existen un elemento fantástico en la película, nunca explicado -ni falta que hace- por lo alegórico del mismo).
La otra mitad de la película es un compendio de todo lo comentado en el primer párrafo, un cúmulo de diálogos pseudo-profundos y de imágenes transgresoras que no aportan absolutamente nada a la historia y que encima están pésimamente interpretadas, lo que hace que baje varios puntos y nos hace pensar qué es lo que podría haber hecho alguien con verdadero talento, como por ejemplo Darren Aronofsky con tan sugerente premisa.
La cámara presentada como un inquietante monstruo insaciable, potente idea...
Como se puede ver, el argumento es fascinante, en especial toda la parte de los extraños cortos que rueda Pedro, metraje que proviene de cortos reales realizados por Zulueta, el hecho de que la película se rodase en 16mm, para posteriormente ser hinchada a 35mm ayuda a crear una atmósfera malsana gracias a la textura y el grano de la imagen. Los sonidos que acompañan son inquietantes y en general la sensación de desasosiego es notable. Sin embargo, en los interludios en los que no se muestran los cortos de Pedro asistimos a unas interpretaciones muy por debajo siquiera del nivel amateur, lo que saca completamente de la película, únicamente es salvable la interpretación de Eusebio Poncela, la cual, sin ser especialmente memorable, si destaca entre la mediocridad del resto, en especial la de Will More, por no hablar de una Cecilia Roth que no transmite ninguna emoción salvo el histrionismo.
Si a esto le añadimos ciertas decisiones fuera de lugar (como la elección de que uno de los personajes que aparecen, interpretado por la hija de Fernando Fernán Gómez Helena, la cual resulta doblada por ¡¡¡Pedro Almodóvar!!!, sacando al expectador por completo de la experiencia.
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