ARREBATO (Iván Zulueta, 1979) - ME LLAMAN MULO

domingo, 29 de enero de 2012

ARREBATO (Iván Zulueta, 1979)

Me costó mucho decidirme  a ver Arrebato, el aura que le rodeaba de película iniciadora de la movida madrileña, la pátina de película artística y transgesora que le rodea, me hacía suponer que vería algun engendro a los que nos tiene acostumbrados ese cine español enranciado que llevamos sufriendo ya desde hace tiempo, en el que con la excusa de una mal llamada "cultura" nos hace padecer insufribles historias, torpemente narradas y aburridas hasta más no poder debido a los vacuos intentos de sus creadores de realizar algo trascendental, intentos que siempre fracasan debido a la ineptitud de sus responsables, que constituyen el 90% del cine español moderno.

Como se puede suponer dado mi diatriba anterior, mis ánimos no precisamente los más idóneos para ver esta película, al menos desde una perspectiva objetiva, por lo que reconozco que mi intención era ponerla a caldo de una manera inmisericorde, sorprendentemente Arrebato nó solo no me ha parecido tan execrable como me suponía, sino que me ha gustado bastante, a pesar de los contínuos intentos del director y del reparto por corroborar mis juicios previos...


Arrebato son dos películas en una, una de las películas, la que me ha resultado fascinante, es una reflexión en clave levemente fantástica, de los sinsabores que rodean un oficio cuando este es pasión, pasión que se torna enfermiza y que llega a fagocitar al creador, el cual no le queda ninguna otra opción que ser devorado por ella. Esta parte resulta cautivadora por lo extraño de las imágenes mostradas, convirtiendo el evidente escaso presupuesto de la película en una virtud, aprovechando lo limitado de sus recursos de forma magistral para componer una especie de embrión primigénio de lo que fué el boom de las películas de fantasmas japonesas estilo The Ring (Ringu, Hideo Nakata, 1998), creando un ambiente de desasosiego e inquietud sin necesidad de darle ninguna explicación sobrenatural al asunto (que no fantástica, ya que si existen un elemento fantástico en la película, nunca explicado -ni falta que hace- por lo alegórico del mismo).

La otra mitad de la película es un compendio de todo lo comentado en el primer párrafo, un cúmulo de diálogos pseudo-profundos y de imágenes transgresoras que no aportan absolutamente nada a la historia y que encima están pésimamente interpretadas, lo que hace que baje varios puntos y nos hace pensar qué es lo que podría haber hecho alguien con verdadero talento, como por ejemplo Darren Aronofsky con tan sugerente premisa.



La cámara presentada como un inquietante monstruo insaciable, potente idea...

José (Eusebio Poncela) es un director de serie-b en crisis, piensa que el cine que le toca realizar no está a la altura de sus inquietudes como artista, lo que le provoca un estado contínuo de insatisfacción, culpa de ello puede tenerla su adicción a la heroína, pese a que piensa que le ayuda a ser más creativo, por otro lado atraviesa una tormentosa relación con Ana (Cecilia Roth), que tampoco le ayuda nada a mejorar su situación. En este estado recibe un dia un paquete de Pedro (Will More), un extraño personaje que conoció cuando buscaba localizaciones para una película, el paquete contiene una cinta de cassete y un rollo de película en 16 mm, en el cassete Pedro narra sus obsesiones fílmicas, y un inquietante descubrimiento, cuando se rueda dormido van apareciendo en el metraje fotogramas rojos, cada vez en mayor número, hasta llenar la práctica totalidad del rollo, Pedro calcula que la inclusión de los fotogramas es de 20 por cada vez que se graba, y ve que le quedan dos sesiones para averiguar lo que pasará cuando los fotogramas rojos llenen todo el metraje. La escucha de la cinta, junto con lo que ve en el rollo de película de Pedro provocará en José una serie de recuerdos de su relación con el personaje, a la vez que se obsesiona cada vez más con los fotogramas rojos, dejando atrás a Ana, las drogas y su propia obsesión por el cine en la búsqueda de lo a verdad sobre lo que le ha pasado a Pedro.


Como se puede ver, el argumento es fascinante, en especial toda la parte de los extraños cortos que rueda Pedro, metraje que proviene de cortos reales realizados por Zulueta, el hecho de que la película se rodase en 16mm, para posteriormente ser hinchada a 35mm ayuda a crear una atmósfera malsana gracias a la textura y el grano de la imagen. Los sonidos que acompañan son inquietantes y en general la sensación de desasosiego es notable. Sin embargo, en los interludios en los que no se muestran los cortos de Pedro asistimos a unas interpretaciones muy por debajo siquiera del nivel amateur, lo que saca completamente de la película, únicamente es salvable la interpretación de Eusebio Poncela, la cual, sin ser especialmente memorable, si destaca entre la mediocridad del resto, en especial la de Will More, por no hablar de una Cecilia Roth que no transmite ninguna emoción salvo el histrionismo.

Si a esto le añadimos ciertas decisiones fuera de lugar (como la elección de que uno de los personajes que aparecen, interpretado por la hija de Fernando Fernán Gómez Helena, la cual resulta doblada por ¡¡¡Pedro Almodóvar!!!, sacando al expectador por completo de la experiencia.


En resumen, una interesante película experimental, no del todo lograda debido precisamente a la intención de mostrar algo trascendente, cuando estas cosas ocurren solas cuando sencillamente tienes suficiente talento. Pese a todo imprescindible para todo aquel que quiera profundizar un poco más en el cine español y que busque películas que pese a sus imperfecciones, (o gracias a ellas) sean diferentes a lo que están acostumbrados a ver.

PUNTUACIÓN EN EL MULÓMETRO: 7

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